Kirchnerismo Y Fanatismo

Por Marcelo Bilezker

Quiero ser un K moderado y hago una lista.

Si se pudiera hacer una estadística sobre las charlas entre conocidos, familiares y amigos cercanos, donde uno de los dos apoya al Kirchnerismo y el otro no, me las juego que en un porcentaje alto de esas charlas, altísimo, más del 100%, donde aparece la palabra “Kirchnerismo”, aparece en algún momento también la palabra “Fanatismo”.
Uno de los éxitos de los que impusieron la grieta, es haber logrado que los que están del lado no K, crean que los kirchneristas somos parte de una secta fanática que no reconoce ningún error ni hecho de corrupción ni básicamente no reconoce nada de nada.
Entonces algunos o muchos de nosotros los K (no hay estadísticas confiables al respecto) hicimos una lista para contrarrestar el “no reconocimiento de nada de nada”, y así poder demostrar a nuestros amigos y parientes y otros, que en realidad somos kirchneristas moderados y que de ninguna manera somos fanáticos ni mucho menos. Que sabemos perfectamente de las falencias que hubo en estos últimos 12 años imperfectos (pero sorprendentes nos decimos a nosotros mismos, aunque esto no se lo decimos a nuestro interlocutor, como parte de nuestra política de moderación). Y en la lista incluimos algunos hechos sospechosos de corrupción (aunque la denuncia la haya hecho Clarín y no creamos demasiado en ellas), acompañadas por declaraciones bien asertivas e indignadas de que si alguien metió la mano en la lata y hay pruebas de eso que marche preso, y también incluimos todo lo que faltó hacer, lo que se hizo mal, personajes que no nos gustan que fueron o son parte del proyecto nacional y popular, y otros ítems que cada cual sabrá producir (el cepo al dólar, el INDEC mentía, lo de la 125 fue mal manejado, algunos intendentes y gobernadores aliados no nos gustan, la forma de hablar de Cristina… etc.)

Tengo la lista hecha: ¿cuándo la digo?

Ahora bien, con la lista ya terminada (pero en actualización permanente) vamos viendo cuál es el momento adecuado para exponerla, y así demostrar fehacientemente que sí, que somos K y que apoyamos a este proyecto, pero que definitivamente somos unos Kas moderados e inteligentes, que no comemos vidrio, y como prueba definitiva tenemos una lista. Bien. ¿Cuál es el mejor momento para decirla?
Prueba y error. Probamos en decirla forma preventiva, antes de empezar la discusión real, y así sentar posición de moderado ya desde el comienzo. O podemos decirla cuando calculamos estar en la mitad de la conversación o cuando sentimos que el otro nos está por decir que somos fanáticos (es fácil saberlo por el cambio de gesto de nuestro interlocutor, por una respiración profunda, o por la mirada de abajo hacia arriba, como diciendo: “dale, no me vas a decir que…”, o “no te hacia tan…”, o frases por el estilo). Y también probamos exponerla al final, un segundo antes de irnos, como remate y golpe de efecto, algo así como: “Me tengo que ir, pero sabé que:” y ahí se la mandamos completa, y nos vamos rápido con el último ítem, así nuestra moderación queda flotando en el aire y encima nos quedamos con la última palabra.
Créanme, las probé todas. Todas las posibilidades y sus variantes. Ninguna me sirvió.

La lista no sirve. ¿Qué hacer? El insáit

En el próximo encuentro con la misma persona, si aún hablamos con él o ella de política, invariablemente vuelve a aparecer fanatismo como sinónimo de Kirchnerismo: “Bueno, pero ustedes no critican nada, para vos el Kirchnerismo hizo todo bien ¿no?”.Contestamos que en el último encuentro “te hice la lista”. Con infinita paciencia se la volvemos a hacer, ítem por ítem. No sirve. No sirve para nada. Seguimos para ellos siendo fanáticos. ¡A pesar de que le hicimos la lista, dos veces, o más!
Entonces en algún momento tenemos una revelación, un insáit que le dicen: la lista no sirve. Y entendemos que no sirve porque el problema no es la actitud que uno tenga frente a las críticas, o el reconocimiento o no de errores y defectos, o de que tengamos aliados impresentables. No es un problema argumental. El problema pasa por otro lado.
Lo que descubrimos es que lo que “ellos” no pueden aceptar ni entender, es cómo gente “normal, inteligente e instruida” (para nosotros decir esto es discriminatorio y no nos gusta, pero no decimos nada cosa de no abrir otro frente, porque somos moderados claro, y queremos congeniar), se autodefina como kirchnerista. Ése es el problema. Porque obviamente la gente “normal inteligente e instruida” no puede ser K. No cierra una cosa con la otra. Pueden entender que uno sea K si se es “un vago con un plan”, o un corrupto. Dos opciones nadas más. Pero nuestros amigos y parientes, y la gente que nos conoce, saben que en promedio somos buenas personas, y quiero suponer que también saben que no somos idiotas. Y ahí se enfrentan con una contradicción que podría ser difícil de resolver para gente poco creativa. Pero son creativos, muy, y la resuelven fácilmente. Y la manera de resolverla, es una tercera opción. Vago, corrupto, o fanático. Ahí está: problema resuelto. Fuimos engañados y cooptados por una secta fanática de la que es muy difícil volver, como de cualquier secta. Porque ser cooptados por una secta le puede pasar a cualquiera, incluso a los “inteligentes e instruidos y normales”, como se puede ver en algunos documentales extranjeros. Si estuviéramos en otro país con otras costumbres, habría en la Argentina cientos, miles de intervenciones familiares preocupadas por el desvío incomprensible de nuestras capacidades cognitivas.
Y para ellos la prueba de nuestro fanatismo está a la vista. La emoción que nos provoca Cristina cada vez que habla, el encuentro en las marchas con las miradas de miles de desconocidos, la sensación de formar parte de un pensamiento grupal que nos trasciende, no es algo “real”. Ser parte de un colectivo que piensa parecido para creer no es de gente “normal” (el pensamiento parecido entre muchos puede ser “normal” si es para descreer, pero para creer es sospechoso, sobretodo en nuestro querido país, porque como todos saben, el mundo fue y será una porquería). Entonces, por descarte, hay obviamente un engaño. Nosotros, los K que no son ni vagos ni corruptos, fuimos engañados por esta mina, que habla muy bien y sin leer, durante horas si la dejan (y esto muy a su pesar, no tienen alternativa más que reconocerlo, pero eso es solo porque es una muy buena actriz). Otra explicación no cabe. Los que no somos ni vagos ni corruptos, fuimos cooptados por una secta y ahora somos fanáticos. Fin de las opciones.
Nuestros esfuerzos por demostrar que hay algo así como derecha e izquierda, que hay corporaciones, que el poder no es solamente el del gobierno, que los medios picotean todo el santo día y santa noche todos los santos días y santas noches con información manipulada adrede para desinformar: no interesa. Difícil llegar a hablar de eso. Empezamos, pero no avanzamos mucho.
Que la manipulación de la información es tan grande que no importa si hay información que la contradiga porque siempre es posible ignorarla. Y que hay un movimiento nacional y popular que intenta liberarse de las garras del amo desde Espartaco hasta la fecha (antes, mucho antes me dice una voz interior) con errores y desaciertos es verdad, pero que el poder real logra demonizarla, agrandar sus errores hasta el infinito y minimizar sus aciertos hasta la desaparición. Que parte de esa demonización es instalar que el que piensa en estas cosas desde el Kirchnerismo, es por puro fanatismo.
A pesar de contar con todos los atributos para ser considerado un K moderado, uno se da cuenta que no importa lo que se haga o lo que se diga. Finalmente, los K moderados no existen. Somos una entelequia, una contradicción, una paradoja. El problema es que uno es, “a pesar de todo”, kirchnerista. Ese es el problema.

Nos asumimos como K sin adjetivos, plantamos bandera y listo

Abrumado por el descubrimiento de que fracasaste estrepitosamente y no pudiste demostrar que existe el K moderado no fanático, y que no hay más nada que hacer al respecto,te asumís como kirchnerista sin adjetivo (ni moderado ni fanático ni emocional ni racional, simplemente sos K) y dejás de justificar tu emoción cada vez que la escuchás hablar, aceptás que la grieta existe y que no está dentro de tus capacidades achicarla. Excede tus posibilidades. Te cansaste. Te diste por vencido. Ya está. Finito la comedia.
Pero cuando decidiste que vas a ser un K convencido y sin culpa, justo en ese momento, en que prácticamente tiraste la toalla y ya no vas a intentar más mostrarles que las corporaciones, y los medios de comunicación, y el poder real no es el gobierno y el por qué seguís apoyando al Kirchnerismo a pesar de tus propias listas y blá blá blá, justo ahí, cuando dijiste “me cansé de hablar con ellos”, en ese preciso momento, reaparece Cristina y te dice que tenemos que hablar con los que piensan distinto y escuchar lo que tienen para decir.
Respiración profunda y pausa larga.

Como siempre, Cristina tiene razón y por supuesto le hacemos caso.

Y como sabemos que Cris tiene razón, las desempolvamos (a las listas), las emprolijamos un poquito, las actualizamos con los últimos acontecimientos, y allá iremos nuevamente a hablar con viejos ex amigos, primos cuñados tíos y sobrinos con los que dejamos de hablar de política, y vecinos con los que hace tiempo nos dejamos de saludar, para intentar mostrarles nuevamente que se puede ser K y no fanático. Que los K moderados existen. Que también tenemos nuestras críticas. Lo volvemos a intentar. Nos prometemos ser pacientes y escuchar un poco más, no ponernos nerviosos y sonreír y contar hasta diez (o veinte en algunos casos extremos). Y aunque no las descartamos (a las listas) sabemos que con las listas no alcanza. Que necesitamos otra cosa. Aunque todavía estamos tratando de saber qué es.

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