Cinco Rasgos Psicológicos del Votante de Derecha.

Autor desconocido.

El votante de derecha, no cree en cosas.
El concepto es sencillo: para el votante de derecha creer es de boludos. También de fanáticos o ingenuos. En consecuencia, desconfiar los hace sentir más inteligentes. Mejores que los demás. Incluso más seguros. Para el votante de derecha sospechar es de sabios. Su forma de mirar la realidad política está basada en la sospecha y el miedo. Porque el votante de derecha tiene miedo. Miedo a que lo engañen y quedar como un boludo. Por eso desprecian a los que apoyamos una opción política. Creemos y eso los asusta. Ese miedo, mezclado con la necesidad de verse superiores, los lleva a dar por cierta toda denuncia que los ayude a seguir desconfiando.

En otras palabras: el votante de derecha se cree cualquier cosa, en tanto hable mal de aquellos partidos que posean una militancia activa.

Debo aclarar que creer no es fanatismo. El fanatismo es bronca y ausencia de contradicción. Comprometerse con una idea duele y da miedo. Eso implica valentía y la capacidad de asumir contradicciones. No cualquier psiquismo está preparado para tal complejidad.

Por ese mismo motivo, no esperen que un votante de derecha apoye abiertamente a ningún gobierno. Tampoco al que votó. No se refieran a ellos como macristas. Ellos no se sienten tocados cuando se habla de los macristas, porque ellos no se consideran a sí mismos partidarios de una política en particular. Siempre dirán que son críticos y se sentirán orgullosos de ello. Lo que sí harán es votar sistemáticamente en contra de aquellos partidos cuyos votantes sí se hacen responsables de lo que han votado. Los que defendemos nuestras ideas políticas ponemos en riesgo su “creencia en la no creencia”.

Evidentemente, esta ausencia de compromiso con lo que votan, esa irresponsabilidad a la hora de hacerse cargo de sus decisiones políticas, los hace permeables a votar cualquier locura. Y cuando esa locura lleva al desastre, le sueltan la mano y pasan a votar una locura nueva. Es por esto que se recomienda no acusar a los votantes de derecha de macristas o fachos, lo que debe hacerse es responsabilizarlos por lo que han votado. Porque si bien son capaces de esquivar cualquier clase de responsabilidad política, hacerlos cargo de las consecuencias de su voto les resulta algo más difícil de negar. Aunque no imposible.

EL VOTANTE DE DERECHA NO CREE QUE LA PATRIA SEA EL OTRO
¿Recuerdan la frase “la patria es el otro”? Ellos no creen en eso. Vamos al grano: para los votantes de derecha la patria es la patria y el otro es el otro. Entienden así, a la patria y al otro como cuestiones separadas. De esta forma, la política (entendida como asuntos de la patria) no se asocia directamente con el bienestar de las personas (otro). Y de asociarse, se hace de manera negativa. De ahí vienen las frases como “no me importan los políticos, yo siempre laburé” o “este país es rico pero los políticos nos roban” “mirá los pobres que dejaron”.

Para el votante de derecha el otro se limita a su círculo íntimo: su familia directa, algunos primos y los cuatro o cinco amigos con los que se encuentra cada tanto. El resto, los otros cuarenta millones de personas que viven junto a ellos, son el país. Y el país pasa a ser visto como algo peligroso. De ahí vienen las frases “este país es una joda”, “este país es hermoso pero está lleno de corruptos”, “este país no tiene solución” y toda esa lista de frases donde el concepto país/otro se vuelve un gran hoyo negro donde arrojar todos sus prejuicios: el vago, el ladrón y el chanta. No hay patria, solo hay país y el país está lleno de personas peores que ellos. La patria queda entonces relegada al deporte, al himno y los actos escolares. ¿Te preguntabas por qué esos a los que llamas fachos suelen hablar tan mal de su país? Ahora ya lo sabes.

Desde una lectura filosófica, los orígenes de esta postura frente al otro se remontan a Hobbes. El filósofo planteaba que el ser humano era malo por naturaleza y que la función de un gobierno era controlarlo para que no salga a matarse. De esta forma, Hobbes justificaba la opresión del antiguo régimen Feudal en contraposición a un pueblo que pedía libertades. En otro momento de la historia, Rousseau afirmó lo contrario: que el ser humano era bueno por naturaleza. Y esto sentó las bases de la democracia y las futuras conquistas sociales. El votante de derecha piensa igual que Hobbes. La ministra de seguridad es Hobbes.

PARA EL VOTANTE DE DERECHA LA POLÍTICA ES BANAL

Es común escucharlos decir “solo es política” “no peleemos por política” “acá no se habla de política porque lleva a discusiones” y frases por el estilo. Esto se debe a que el votante de derecha considera la política como algo ajeno y poco importante. Una estupidez propia de aquellos que creen en algo y que -según su criterio- son fanáticos o ingenuos. En cierto modo es lícito que lo vean así. El problema está en que las personas de derecha sí hablan de política. De hecho lo hacen todo el tiempo. Pero al considerar que la política es banal, no se hacen responsables de lo que dicen. Esa es la banalidad del mal de la que nos hablaba Hannah Ardent: hacer daño sin responsabilizarse de las consecuencias. Hacer daño porque sí. Es por esto que un votante de Macri puede desear “la muerte de todos los kk”, reírse de un joven desaparecido y muerto en una represión ilegal, y a la vez, invitarte a su casa a cenar por navidad. Este fenómeno suele sorprender en la relación paciente-terapeuta. En principio, suele ser común escuchar historias de personas que abandonan su terapia cuando, por algún motivo -en este mundo tecnológico todo se sabe- se enteran de que su terapeuta es un votante de derecha. Sin embargo no suele suceder lo mismo al revés. A los votantes de derecha la ideología de sus terapeutas no les duele. Sencillamente porque no creen que eso sea importante. Para ellos es solo política. Algo que nada tiene que ver con sus vidas. ¿Te llamó alguna vez la atención que tipos que te llaman vago, fanático y corrupto, insisten en decir que son tus amigos? Ahora ya sabes por qué.

MECANISMOS PSICÓTICOS

¿Te preguntaste alguna vez por qué los votantes de derecha salieron a las calles a gritar que querían flan? Te lo resumo: Casero odia al kirchnerismo y Casero dijo flan. Entonces decir flan es odiar al kirchnerismo. No importa lo que Casero quiso decir, todo se concentra en la palabra. Así de simple. Sin metáfora. A eso se le llama tener rasgos psicóticos.

La psicología sistémica explica la psicosis como la incapacidad de distinguir elemento de conjunto. Voy a tratar de explicarlo en forma sencilla: si a un psicótico le dices la palabra “cuchillo”, este puede llegar a interpretar que lo quieres matar, o que planeas hacer un asado. Cualquier cosa. Es decir, la palabra cuchillo se confunde con los contextos o conjuntos de significados a los que dicha palabra forma parte. Si aún no lo terminas de cazar, tranquilidad, ya lo vas a entender.

Las personas consideradas cuerdas también tenemos estos mecanismos en forma moderada. Muchos de estos rasgos suelen darse en momentos de fuerte tensión emocional. Por ejemplo, si tengo miedo a las enfermedades, quizás me aterrorice escuchar la palabra cáncer en televisión. De esta forma, la palabra cáncer -que no es nada más que eso: una palabra- se confunde con el conjunto “yo tengo cáncer”. En otras palabras: la psicosis confunde las palabras con aquello que pretenden expresar. No hay metáfora, no hay conjuntos, todo es literal. En el votante de derecha -y en los trotskistas, por cierto- estos mecanismos dominan la discusión política. De esta forma, un votante de derecha tiene dificultades a la hora de diferenciar un hecho puntual de un modelo político de orden general. Es decir, un conjunto. Por ese motivo, el votante de derecha piensa la política en anécdotas. Una frase desacertada de Cristina pasa a ser entendida como el conjunto de políticas del gobierno kirchnerista; un funcionario acusado de corrupción pasa a ser entendido como corrupción generalizada, e incluso cualquier anécdota personal como “me robaron la billetera” puede ser justificativo para pedir el retorno de un gobierno militar.

Por eso al votante de derecha se lo detecta con facilidad. Solo es cuestión de esperar a que repita alguna de sus famosas frases. Palabras simples con las que intenta explicar conjuntos de elementos complejos. Es el cuñado que opina de política en los asados familiares. El tipo que arranca diciendo “mirá, la política es así…”

Esto tiene que ver con un uso psicótico del lenguaje. Cuando el votante de derecha dice palabras como “Boudou”, “la morsa”, “se robaron todo” “se robaron un PBI” “dictadura K” o “Venezuela” no pretende sostener con argumentos lo que dice, sino que entiende que esas frases o palabras son un argumento en sí mismo. Aclaro que cuando se defiende una idea, esa idea es un conjunto. Un conjunto que necesariamente está compuesto de argumentos. Esos argumentos son los elementos que le dan solidez a nuestra idea. Pero cualquiera que haya discutido sobre política con un votante de derecha descubre que este es incapaz de sostener una idea con argumentos. Solo arroja la idea como si fuera una piedra y luego pasa a la siguiente. Porque vuelvo a repetir: el votante de derecha cree que su idea es un argumento en sí mismo. Es decir, para el votante de derecha “se robaron todo” no necesita ser probado con argumentos, sencillamente sienten que la frase es la prueba. Por eso resulta agotador desmentir una noticia falsa. Mientras uno usa decenas de argumentos para desmentir esa noticia, el votante de derecha ignora los argumentos, cambia de tema, y vuelve a la carga con una nueva ametralladora de noticias falsas y frases escuchadas en TV. Caer en el insulto es una tentación que debe ser evitada. El insulto es el territorio donde más cómodos se sienten.

Esto que digo no es una novedad. Las grandes empresas de medios están al tanto de los rasgos psicóticos del votante de derecha. Por eso no hablan de paraísos fiscales e inventan escándalos de corrupción con bolsos y billetes enterrados. Es decir, con cosas simples y tangibles. El truco es usar frases cortas, que suenen exageradas y contundentes en sí mismas. Porque para un votante de derecha conceptos como el de bicicleta financiera, que requiere de argumentos para ser explicado, resulta muy difícil de entender. Y mientras nosotros tratamos de explicarle sobre el consumo interno, el empleo y la recaudación, la tele le habla al votante de derecha con esas frases simples de las que sí se puede apropiar. Se puede concluir que el votante de derecha no expresa ideas, repite titulares.

En ese sentido, lo recomendable es tratar de usar argumentos tan impactantes que actúen como una idea. Frases que digan lo máximo en lo mínimo. También es útil preguntar, porque al preguntar se obliga al votante de derecha a utilizar argumentos para defender una idea. Cuando alguien le pregunta a un votante de derecha: “cómo un partido político se roba todo y deja un país desendeudado” o “Si tanto te molesta la corrupción, por qué votaste a un candidato condenado por contrabando”, se lo obliga a las dos cosas que más detesta en su vida: argumentar y defender una idea. Además también se lo empuja a hacerse responsable de su voto.

LA BRONCA Y EL ODIO

Y llegamos a la mas popular de las características de los votantes de derecha. Por supuesto me refiero a la bronca y al odio. Para empezar hay que señalar que la bronca actúa como un anestésico emocional. Cuando estamos enojados no sentimos tristeza ni empatía. La bronca tapa todo. Si alguna vez en tu vida le dijiste algo cruel a una persona, no porque lo pensaras realmente, sino “porque estabas enojado”, y cuando se te pasó esa bronca le sacaste importancia a tus dichos, diciendo “solo lo dije por bronca” entenderás rápidamente de qué te estoy hablando.
El enojo nunca será amigo de la política. El enojo tiende de sospechar. A estar permanentemente a la defensiva. A la ofensa rápida. A confundir una palabra con un conjunto mayor de ideas. Y cuando esa bronca se le pasa al votante de derecha, inmediatamente banalizará la discusión, “porque ya pasó y solo era política”. Como se puede ver, el enojo y el odio atraviesan los otros cuatro puntos de este informe. Por otro lado, cualquier concepción política sin emociones -y ya dijimos que el enojo anestesia las emociones- tiende a la crueldad y a la búsqueda del castigo. ¿Te preguntaste alguna vez por qué los medios inyectan tanta furia sobre las cabezas de los pobres votantes de derecha? Ahora ya lo sabes. La bronca activa sus rasgos psicóticos y así se los manipulan con mayor facilidad.

Eso sí, a no confundir el enojo con la indignación. Porque el enojo es patrimonio de la derecha. La indignación es el dolor del pueblo, cuando clava sus ojos en la cara del opresor.

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